martes, 22 de enero de 2008

sinsentido y sensibilidad

Anoche sufrí un síndrome de Stendhal del tamaño del Duomo de Firenze. Pegada a la pantalla de mi computadora experimenté, sin esperarlo, una sobredosis de belleza y sensibilidad tal que terminé llorando cual Magdalena.

Desde que comenzó el año, estoy de un sentimental (por causas ajenas a mi voluntad, conste) que ni una buena balasera me quita lo ñoño. Vamos, que esta mañana cuando he escuchado que han agarrado al Mochomo (narco del cártel de Sinaloa) casi me echo a llorar otra vez.

Y lo más curioso es que no lloro de pena. Lloro porque estoy emocionada, lloro por los reencuentros, lloro porque me hace feliz una canción, lloro por los perdones inesperados, lloro porque un niño me sonríe, lloro porque hace un día maravilloso. Y porque me han agarrado al Mochomo.

Para mí que ha de ser la primavera, en adelanto especial.

Y como estamos así de atontados en Chez Tribeca, pues qué mejor que una hermosísima canción que recién descubrí esta mañana (conmovida que ando aún)y que se la dedico, lágrimas incluídas que sé que no le estorban, al que anoche me dejó a la deriva entre colores, luces y formas.



Así que, amables lectores, trátenme suavemente o empiecen a sacar los clínex.