lunes, 21 de abril de 2008

Dudas de las que matan

Ustedes dispensen mi dilatada ausencia de estas semanas, pero es que ando muy ocupada aplicando la lupa buscadora de fallos a mi novio y una de dos, o el invento se ha estropeado o he encontrado al "sindefectos" que todas hemos soñado como un Eldorado mítico y hasta la fecha, ninguna ha descubierto (vivo). La lupa esta, desde ya lo digo, sólo es válida para los novios o aspirantes. Cuando pasan por la vicaría, es demasiado tarde: TIENE DEFECTOS, Y UN CHINGO, INSALVABLES Y VITALICIOS. Pero yo soy una optimista y sigo soltera, por si las moscas. Igual y es que las pilas se han sulfatado, gastado o mosqueado de tanto uso que le doy a la dichosa lupa, no sé... al ratito miro.

La cosa es que tuve una pista hace unos días y les quiero compartir mi preocupación, no sea que esto vaya a más y a saber cómo acabe.

Resulta que nos fuimos a pasar un romántico fin de semana a Asturias y todo tan bonito y tanto amor allí flotando y con los Cars y todo sonando. Una chingonería. Hasta nos confundimos un poco de carretera y fuimos por una bien bonita con su firme con baches y sus constantes reducciones de velocidad al entrar en los pueblos y sus campesinos saludando o insultando, nunca se sabe en esta España nuestra, que con lo del agua, la cosa está tensa.

Bueno, pues ahí vamos, llegando al Puerto del Escudo. Puro amor y miel. Tomamos una caña? Arre pues. Y que paramos en una aldeílla bucólica en el único bar. Dos cañas. Qué ricas. Dos más... jeje, aquí las cañas son de tubo, cómo mola este pueblo.

Y continuamos camino.

Unos kilómetros más allá, la sinuosa carretera serpenteaba entre un cañón cortado a capón tal cual un filete en una falla que yo imaginaba llenita de fósiles estupendos que desescarbar. Emocionada con esa posibilidad, le compartía a mi amorcito las ganas de bajarme del coche y lanzarme a rebuscar entre las placas de piedra los trilobites y pterodáctilos que me estaban esperando desde hacía milenios. Y entonces, el mandarín, dijo:

- MIRA¡¡¡ UN CÓNDOR¡¡¡
- ¿¿¿...???
- UN CÓNDOR¡¡¡ ¿¿NO LO VES?? ¡¡ UN CÓNDOR¡¡
- ¿Un cóndor?, pregunté un poco asustada, ¿cómo un cóndor?
- SÍ, UN CÓNDOR¡¡¡ UN CÓNDOR VOLANDO¡¡¡

(Si llega a estar bailando una sardana, me infarto allí mismo).

- Pero -apunté temerosa de la respuesta- un cóndor-cóndor? un cóndor modelo "el cóndor pasa"? un cóndor tipo "Condorito"?



- Pues un cóndor de los grandes que vuelan, de esos del cóndor pasa, sí, de esos... respondió la mar de convencido.

- Ah - alcancé a decir en un hilo de voz- pues está cabrón, tú, porque el cóndor pasa PERO POR LOS ANDES... y aunque el bicho es grande, pues ni tanto como para que en un despiste termine en el Puerto del Escudo, camino de Santander...

Llegados a este punto, las posibilidades que se abrían eran estas:

1. No era un cóndor lo que mi mandarín había visto, sino cualquier otro pájaro y él se había confundido de nombre, lo cual era lo más lógico sino fuera porque yo miraba y miraba al cielo y allí no había nada, así que él estaba, sin duda, teniendo una alucinación. Vaya, GENIAL, estoy con un flipado...

2.- Dos tubos de cerveza le habían emborrachado. Vaya, GENIAL, estoy con uno que no aguanta nada...

3.- Sí era un cóndor y yo estaba en Bolivia y no camino de Asturias, como ingenuamente creía. Vaya, GENIAL, estoy con un alienígena que me abduce y me teletransporta a tomar por saco y ni me avisa para cancelar la reserva del hotel...

Así que despejada la duda de que finalmente no estábamos en Bolivia, me pasé el resto del fin de semana esperando la próxima alucinación. ¿Qué sería?, ¿Godzilla en Oviedo?, ¿un bígaro flautista?, ¿una lluvia de ensaimadas?... ah, las alucinaciones, qué mundo inabarcable....

Ya no vió ninguna cosa extraña más (o no hubo huevos para confesarlo, no sé) pero a mí me quedó la duda: ¿es este hombre defectuoso?, ¿o nos lo quedamos?. Esa es la cuestión...