jueves, 15 de abril de 2010

De los blogs (y más cosas) que consumo

Soy un ser de mente amplia, señores. Tan amplia que dentro de mí conviven personalidades que se darían de hostias en la calle, si pudieran salir y cobrar forma. Pero no les dejo, jiji, que se chinguen ahí dentro aprendiendo a ser tolerantes.

Esto es un problema y una virtud, al mismo tiempo. Problema es en tanto me recuerda mi constante dispersión, mi falta de unidad (España es una unidad de destino en lo universal... ay, la mente, cómo es, qué cositas me trae de repente, como ví ayer una foto de Franco...) y mi ligera envidia hacia esas personas que saben siempre qué hacer, qué les gusta, quiénes son y tienen todo clarísimo.

Yo hablo como si fuera así, pero es mentira las más de las veces. No es que mienta: digo la verdad en ese momento, creo en eso, me gusta eso... pero al rato puedo entrar en contradicciones y ser ciertas también. De mente amplia, ya os digo.

Aparte que tengo un poder de convicción impresionante. La gente me cree a pies juntillas y es que hago mis afirmaciones con una seguridad y un aplomo que ya lo quisiera para sí Rajoy. Y me ha pasado muchas veces que tal cual termino de soltar mi perorata como si en ello me fuera la vida, me doy cuenta que lo que quería decir era todo lo contrario pero ya ni modo, pues. Ya lo dije y ya me creyeron pues a apechugar, guapa. Al tiempo voy soltando otro rollo contradictorio y así vamos tirando.

Toda mi vida he sido un cúmulo de intereses distintos y hasta contrapuestos, incapaz de llevar una dirección recta y enfocar mi atención y tiempo en algo constructivo, ahí voy acumulando datos absurdos, informaciones bizarras y perdederas de tiempo que a mí, señores, me encantan.

Y así, en mis lecturas diarias y blogs que visito, mezclo sin rubor webs de galletas decoradas, recetarios de los que he sacado mi última sopa favorita, gafas de sol trendy, ropa super chula que venden en los yunaites (pero que es importada y yo soy tan gil que la compro), los últimos casos enviado a la página sobre psicopatía del Dr. Marietán, los relatos sin puntuación de narcocultura, qué ha pasado en mi rancho, los escalofriantes perfiles de asesinos seriales, novedades de bonito diseño, cosas para Lola y más, escucho buena música, me muero de risa con éste y con doscientos más que ya no enlazo más que me aburro.

¿Para qué sirve que me sepa casi todas las biografías de asesinos seriales? ni idea, pero me gusta conocerlas (y eso que luego tengo pesadillas). ¿Para qué sirven los muñequitos de plástico, las veladoras, las fotos de santos y hasta capsulitas de agua bendita que tengo por las estanterías? ahí sí sé: para que los ácaros hagan su nido y María se acuerde de toda mi familia cuando las límpia. ¿Para qué sirve tener unos siete pares de zapatos de taconazo sin estrenar? Para ocupar espacio innecesariamente, para calmar mi conciencia si me invitan a Casa Real y poder competir con la Leti (aunque soy bastante más alta que ella) y para que los herede mi hija, a este paso.

En fin, puedo estar horas ilustrando con ejemplos de lo absurdo de mis acopios y de mis lecturas y no terminar porque me sorprendo hasta a mí misma y me encanta descubrirme nuevas joyas cada día, como estas interpretaciones de Alicia tan maravillosas.

¿Puedo esperar, amables lectores, vuestras aportaciones?, sorpréndanme, pececillos...