viernes, 3 de diciembre de 2010

maternidad: una nueva religión?

Mi mejor amiga del instituto fue la primera de todos mis amigos que se casó y tuvo hijos. Llevará unos veinte años de pacífica y armónica vida matrimonial y sus dos hijos son un ejemplo de chavales bien educados.

Yo no sé cómo lo hace y por eso le pregunto cada dos por tres los secretillos que utiliza para mantener en perfecta forma esa familia que tanta envidia me despierta.

Cuando le conté que estaba embarazada, me dijo, casi susurrando:

- Te voy a decir algo que es políticamente incorrecto y muy mal visto en estos tiempos, pero yo creo en ello, lo he aplicado y me ha funcionado.

Ah, chingados¡¡ pensé, esta es la madre de todos los secretos... afiné la oreja...

- Los niños nacen sin derechos y se los tienen que ganar, día a día, a pulso, aprendiendo, trabajando, estudiando, equivocándose, jugando, siendo castigados, siendo premiados. Pero eso de que "mi niño hace lo que le viene en gana, porque es el rey de la casa", lo siento mucho, chica, pero no.

- Y no -continuó- porque mi trabajo como madre es, en primer lugar, que sobrevivan, en segundo que aprendan cómo manejarse en la vida y para ello es vital cumplir las normas, so pena de convertirse en unos marginados o delincuentes, y en tercer lugar, que aprendan a volar solos.

Para mí, la palabra de amiga es santa. No tengo más que ver las "pruebas" encarnadas en dos hombretones ya, mayores de edad, brillantes en los estudios, buenos para el deporte (uno más que otro, como suele pasar), buenas personas y con unos modales dignos de colegio suizo.

Como soy nueva en esto, seguramente acabe comiéndome con patatas mis palabras, ya se encargará la Lola de desubicar todas mis buenas intenciones al respecto de su educación. Pero al menos, hoy, tenemos nuestras teorías y a la medida de su tamaño (bolilla de carne de 72 cms) se las vamos aplicando con no mala fortuna, de momento.

Cierto es que yo soy más severa (en la teoría, al menos) que el Mandarín. Pero alguien ha de hacer de "poli malo" para que no se te suban a las barbas.

Parece que hoy en virtud de eso que llaman "crianza natural" los padres se someten a los deseos de los hijos y se afanan por no decepcionarles no sea que se "traumen", llegando a extremos absurdos como dejarles saltar en el sofá de la casa que visitan (son tan ricos¡¡), vociferar en un restaurante mientras corren entre las mesas molestando a todo el mundo, comprar regalos carísimos a niños pequeños cuando no eres rico (y probablemente, aunque lo fueras), permitirles insultos, faltas de respeto, agresiones o insolencias con un tibio "eso no se hace, eso no se dice" que le entra por un oído y le sale por el otro porque no tiene consecuencias... Estoy harta de esto, de verdad.

Estoy harta de ver a padres corriendo tras sus hijos para complacerlos a cómo de lugar. Estoy harta de ver cómo la estupidez, el miedo, la sobreprotección o quién sabe qué convierte a adultos en peleles sometidos a los caprichos de un pequeño tirano chantajista que canjea sonrisas y paz a cambio de la puntual atención a sus deseos.

Me apena ver a padres limitados socialmente porque su hijo no se sabe comportar ni cinco minutos. Me entristece que haya padres esclavizados por el ritmo que impone un pequeño como si fuera el centro del universo.

Los niños son una parte de la familia, una parte más, y hemos de aprender a convivir entre todos, atendiendo las necesidades y obligaciones de todos.

Porque los padres también tenemos necesidades.